En nuestro día a día todos desarrollamos actividades diversas: alimentarnos, vestirnos, cuidar nuestra salud, educarnos, e incluso descansar y entretenernos. Para eso, tenemos la necesidad de adquirir productos o servicios, de tomar decisiones y administrar nuestra economía personal.
Generalmente, el dinero no es suficiente para todo lo que desearíamos, ni tampoco el tiempo u otros recursos naturales a nuestra disposición.
Es necesario elegir y tomar decisiones, o dicho más técnicamente es necesario planificar y presupuestar todos los gastos e inversiones presentes o futuros.
De todo esto se trata administrar.
Nuestro punto de partida son las primeras preguntas. Por ejemplo, ¿qué necesito? ¿qué me provoca bienestar? Tomamos decisiones desde que asumimos qué, cuánto, cómo o a quiénes debe alcanzar nuestro dinero. También cuando jerarquizamos nuestras necesidades, cuando programamos cómo conseguir recursos, cuando decidimos si consumir ahora o consumir después. Entonces tenemos que preocuparnos de cómo tomar esas decisiones, de la manera más adecuada para nosotros y para nuestra comunidad.
Una herramienta importante para la adecuada toma de decisiones es la PLANIFICACIÓN. Planificar significa prever, fijarnos metas, programando con antelación las acciones y actividades. La planificación nos debe dejar claro: ¿Qué vamos a hacer?; ¿Por qué lo haremos?; ¿Cuándo realizaremos cada actividad y en qué orden? y ¿Con qué recursos humanos y materiales lo haremos?. La planificación contribuye a prevenir riesgos, a calcular ingresos y gastos venideros y a ahorrar recursos para eventualidades del futuro.
Es así que administrar bien nuestro dinero nos ayuda a ser más responsables.